La primera entrada, una internet más segura

Podría haber iniciado este hilo de conversación hablando de por qué cientos de expertos en infancia pidieron a Facebook retirar a Messenger Kids del mercado, o también hablando del histórico caso de la youtuber y cantante Chrissy Chambers, quien ganó el caso contra su expareja por haber grabado material sexual sin su consentimiento y haberlo difundido en páginas de pornografía. Sin embargo, inicio hoy para coincidir con el Safer Internet Day 2018, que se celebra desde hace 14 años en más de 130 países, y hablar un poco sobre nuestro rol en la construcción de una internet más segura.

El desarrollo de la tecnología debe tener al ser humano en el centro. Por eso la evolución de las máquinas no se trata sólo de qué podemos crear como humanidad sino para qué y qué impacto tiene en nuestras vidas y hábitats. Pero una internet más segura no se trata de protocolos únicamente, así como un hogar seguro no puede fiarse solo de un sistema de cámaras.

La clave humana para la seguridad está en la confianza. Bien sea en una relación de pareja, en lugar de trabajo, o en el mismo gobierno se debe construir confianza para lograr sentirnos seguros, aceptando a los otros y buscando acuerdos mutuos.

Este día de internet más segura llega lamentablemente en un momento en el que el mundo recorre caminos espinosos. Las violencias digitales, en una expresión amplia que va desde el ciberacoso y el discurso de odio hasta la sextorcion y la vigilancia masiva, minan la confianza en internet y desvirtúan muchos de sus beneficios. La amenaza a los derechos humanos y a la democracia es latente. Existe desconfianza de usuario a usuario, entre usuarios y las corporaciones, los gobiernos y los operadores, y en ese caldo de cultivo la seguridad es vista como una medida unilateral en blanco y negro.

La solución no puede estar en el control totalitario. La evolución de la tecnología traerá como siempre bellezas y dolores de amplias magnitudes. Sin embargo el avance de la seguridad, o léase confianza, debe implicar no solo a las instituciones y las empresas sino también a los usuarios finales.

Vuelvo a la casa. Una casa segura no tiene las puertas abiertas de par en par, sin ningún control. ¿A quién entregaría las llaves de su hogar? Es igual a entregar sus claves en redes sociales. La casa no puede ser segura si en ella habita un energúmeno que amenaza con matarme y controlarme todos los días, como los acosadores digitales. Tampoco si existen ladrones en acecho (ciberdelincuentes en la red) y la policía (división de delitos cibernéticos) no trabaja por capturarlos. En la parte técnica, no puede ser segura si hay interferencias en el sistema y espacios en negro en los archivos de video que reviso para cuidarme. Las plataformas deben ser seguras y proteger los datos de sus usuarios. Y finalmente, no puedo crear una casa segura si no soy consciente de mis pertenencias (información) y puedo realizar una justa administración de ellas.

La solución tampoco se encuentra en la desconexión total. Todas las voces silenciadas por la amenazas en redes sociales o por ciberataques de espionaje nos hacen falta para alimentar la necesaria diversidad del ecosistema en línea. Es de valientes continuar involucrándose en los temas que algunos buscan ocultar.

Para construir confianza necesitamos conocer más la casa, entender los cuartos, su distribución y actores. Debemos indagar sobre el trabajo de quienes desde hace más de 20 años vienen abordando estas problemáticas. Necesitamos que la privacidad y la neutralidad de red se integren a las charlas de cafetería. Necesitamos que los jóvenes lleguen a estos espacios con el conocimiento de cómo les afecta ahora y en el futuro próximo. Necesitamos darle la dimensión de realidad que tiene lo que ocurre en el mundo virtual. 

Hasta la próxima conexión, 
@LinndaPC

 

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